Mentiras

Encierro. Desolación. Soledad extrema. Cuando de repente un árbol. Tan bello, alimentado de la mas pura agua, traída de un pequeño oasis. Lejos encontraron ese árbol, tan crecido y joven a la vez. Su verde era oro y sus hojas, rociadas con gotitas de agua, casi parecían comestibles. Muerde e imagina la pequeña y lejana imagen de él comiendo carne, de tan buen estado, afeitado, bien vestido, parecía pesar noventa kilos a sus treinta años, bien peinado y olía a flores, comía una pequeña porción. Era fresca y masticaba tan lento, que no se llegaba a oír el crujido de sus dientes. 
 Despertó. Estaba solo, ya era de noche, no hacia frió pero el tenia un gran abrigo. ¿Y el árbol? ¿Donde estaba? Solo junto a él se encontraba un palo desnutrido sin hojas, no era verde ya. Su soledad y depresión abundaba. No podía ver el árbol, quedaba ciego. Corrió. Tan rápido corrió. No sentía las piernas. Y de repente todo se apago, ni la luz de la luna lo encendió. Una mano toma la suya